Oyameles, piedras y aves :una historia ambiental del Desierto de los Leones

Abstract

Esta investigación busca mostrar que el Desierto de los Leones nunca ha estado desierto. Con este peculiar nombre, gestado a través de los siglos, El Desierto de los Leones es el primer parque nacional de México y América Latina. Se decretó como tal por el entonces presidente Venustiano Carranza el 27 noviembre de 1917, sobre las tierras de las comunidades de San Bartolo Ameyalco, San Bernabé Ocotepec y Santa María Yohualli. Ubicado al poniente de la Ciudad de México, el Desierto es conocido por su gran extensión territorial (1529 hectáreas), sus húmedos y fríos bosques de oyamel y por haber sido hogar de la orden religiosa de los Carmelitas Descalzos durante doscientos años (entre los siglos XVII y XIX). Hoy día, los restos del convento carmelita son visitados por una gran cantidad de turistas, quienes dan vida al Desierto con sus caminatas por el bosque, descendiendo en bicicleta o preparando desayunos campestres en medio de encinos y oyameles. Además de su importancia turística, el parque nacional es valorado por el Estado mexicano como “salvaguarda” “[d]el patrimonio natural de las actuales y próximas generaciones, acervo fundamental para el desarrollo de un México sustentable”1, posición que es discutida y otras veces apoyada por las comunidades de la zona, quienes desde hace décadas participan en los programas conservacionistas estatales a la vez que disputan al Estado mexicano la propiedad y uso del Desierto.